La importancia del entorno para el funcionamiento de las empresas – ojo con “echarle la culpa al empedrado”
Cuando las cosas no funcionan bien para una empresa, una tendencia muy natural en las empresas es buscar las causas en factores que van más allá de la propia gestión. Así aparecen explicaciones como “las condiciones de mercado”, “el exceso de regulaciones”, “conductas depredatorias o incluso cercanas al dumping de (algunos) competidores”, “la falta de financiamiento”, u otras similares.
Estas explicaciones son válidas y – sin duda – parte de las causas de un desempeño menos efectivo (esto es, inferior a los objetivos inicialmente planteados). Quedarse con ellas, sin embargo, transforma a las empresas en meras víctimas de su entorno. Y si son víctimas, no son jugadores. Y si no son jugadores, entonces ¿tiene sentido que existan?
No cabe duda, que las organizaciones existen dentro de un entorno, pero también – a través de su acción – influyen sobre él. Un surfista no controla el oleaje en una playa, pero si es hábil se transforma en el que mejor lo aprovecha. Lo que para un veraneante común y corriente parecen olas muy amenazantes, de las cuales es mejor alejarse, para el surfista hábil es el paraíso. Misma situación, distinta apreciación, y – más importante – distinta acción. ¿Resultado? El veraneante común sufre, el surfista goza.
Resulta evidente que cualquier organización o empresa debe incorporar en su toma de decisiones y en su acción el análisis del entorno en el que ha escogido operar y ofrecer sus bienes o servicios. Lo que marca la diferencia, y que es lo que en definitiva explica los resultados, no está en el entorno per se, sino en las decisiones que toma y las acciones que ejecuta a partir de ese análisis.
Es la diferencia entre ser una “víctima”, sin poder, o un jugador, empoderado.
A través de un enfoque de efectividad organizacional se puede ser un jugador, incluso con los oleajes más amenazantes. A lo largo de esta columna les iremos mostrando cómo hacerlo.